Daniel Martínez es historiador y presidente de la Agrupación Memoria Socialista. También es el primer secretario de la JSC de L’Hospitalet.
Nos encontramos en un momento decisivo. Este 23 de julio, tenemos ante nosotros una importante jornada para la democracia, unas elecciones generales. Aunque pudiera parecer que nos encontramos frente un nuevo comicio electoral como tantos otros donde se confrontan diferentes partidos, proyectos e ideas, esta campaña y elecciones serán, por desgracia, diferentes.
El escenario político podría ser distinto por muchos motivos, pero respecto a la memoria democrática algunos movimientos pretenden su abolición. Contemplamos con asombro y autentica preocupación como, en todas aquellas comunidades donde la ultraderecha de VOX de la mano del Partido Popular entran, se eliminan sus leyes autonómicas de memoria, así como las consejerías y proyectos políticos vinculados a estas.
Si bien para algunas personas este podría ser un tema menor, y que desde el gobierno de J.L. Rodríguez Zapatero existen leyes sobre memoria democrática, el actual gobierno progresista liderado por Pedro Sánchez ha ampliado, mejorado y dignificado con la nueva ley nuestra sociedad democrática. E aquí una de las principales virtudes de la memoria democrática, la dignificación.
Contrariamente a las afirmaciones que realiza la derecha de nuestro país, por otro lado, impensables en la mayoría de los países europeos democráticos actuales, la memoria histórica no va de “abrir heridas o buscar culpables para ganar lo perdido”. La memoria, va de justicia, de cerrar heridas y sobre todo de aprender de nuestro pasado como sociedad para buscar un futuro mejor colectivo, donde nadie quede atrás, y aprendamos de nuestros errores colectivos como sociedad.
Porque buscar a un familiar enterrado en una cuneta, no es revanchismo es justicia. Enseñar a las nuevas generaciones de nuestro país a través de la enseñanza las guerras civiles pueden ocurrir y que hace menos de 100 años sufrimos una con cientos de miles de muertos y exiliados, no es abrir heridas, es crear un futuro mejor. Eliminar la simbología franquista y fascista de espacios públicos de nuestro país, como el valle de Cuelgamuros, no es sanchismo o guerracivilismo, es dar dignidad a nuestra democrática.
Estas últimas semanas se han conformado gobiernos autonómicos y, donde ha entrado la derecha, los primeros acuerdos han ido a derogar y eliminar todas las políticas de memoria democrática. Por si esto fuera poco, los actos vandálicos a los monumentos que recuerdan nuestro pasado republicano y democrático han aumentado de forma considerable fruto de la demagogia y la hostilidad de la derecha al concepto de memoria democrática.
Nos encontramos pues en un momento clave. La derecha y la extrema derecha tienen una clara voluntad de borrar nuestra memoria social, queriendo eliminar o enmascarar el pasado como si este nunca hubiera sucedido. Es una actitud nociva, intolerable y cuya responsabilidad de señalar y parar recae sobre nosotros.
Las entidades memorialistas debemos movilizarnos. La gente con consciencia de nuestro pasado y, en definitiva, todo ciudadano que se considere democrático, podemos detenerlos con nuestros votos a las fuerzas progresistas continúen las políticas de memoria y progreso, que dignifiquen nuestra sociedad. Por todo ello, y para no borrar nunca nuestra memoria ni nuestro pasado, este 23 de Julio hay que salir a votar y frenar a la extrema derecha.