Hubo un tiempo en que la Universidad era la resistencia contra el autoritarismo, lugar de libertad de pensamiento y enseñanza, de investigación y progreso y también de utopías y revoluciones. En España, la lucha contra el franquismo se amparaba en sus paredes y cuando los “grises” entraban en ella se consideraba un asalto a un sanctasantórum.
La Universidad un día vedada y cosa de élites, porque la clase trabajadora bastante tenía y, además compartían que sus hijos se dedicaran al campo o entraran de aprendiz en la fábrica. Una tendencia que empieza a romperse a partir de los 70 y que culmina en los 80, con la política de becas puesta en marcha por el PSOE. El pueblo entraba en las aulas y la Universidad verdaderamente fue pública.
Hoy en día las universidades privadas se multiplican como hongos. Las públicas, como en Madrid, se infrafinancian. Y no sólo eso, sino que elementos de derecha y extrema derecha han sido colocados en sus direcciones, en las privadas eso va de serie.
Las élites en su día eran las únicas que podían enviar a sus hijos a la universidad para que ocuparan el lugar que por nacimiento les correspondía. Que los hijos e hijas de los obreros entraran en los estudios superiores era un asalto imperdonable. Ya lo decía Fraga, todos los de derechas son de tradición familiar estudiada y por eso ocupan los mejores puestos.
Hoy la oleada reaccionaria continúa en todos los campos y en este, con esa proliferación de privadas que únicamente necesitan cobrar una matrícula para darte una plazam seas mojigato o zote. En cambio, el resto de los mortales compite por una plaza por nota de corte, por falta de oferta básicamente. Los Borja Mari y Cayetanas de turno, alguno habrá que valga, seguro, están es sus universidades y recibirán un título no sólo de licenciatura sino de máster y doctorado, que se veque la cosa va de dinero y, por supuesto, con puesto incorporado. Y además viene lo de las relaciones, contactos, incluso matrimonios, que nada salga de ahí.
Soy aficionado a la serie estadounidense “Big Bang”. Allí lo peor que se le puede decir a alguien es que ha ido a la universidad pública. Aquí poco le falta para que lleguemos a eso teniendo en cuenta que la Complutense de Madrid, con el insigne nombre de la fundada por Cisneros allá por 1499 en Alcalá de Henares, hace alumna ilustre a Isabel Díaz Ayuso. No se me ocurre mayor disparate escuchando a la susodicha. Menuda universidad, si esta es la ilustre.
Llevo treinta años en educación, más de veinte en la superior, preparando hijos e hijas de trabajadores para que puedan acceder a los estudios superiores, universitarios o de formación profesional. Y les digo la verdad: mi mayor satisfacción es cuando me dicen que lo han conseguido, subiendo desde el último escalón de la escalera y no desde el de arriba.
A pasar buen verano.