Antes del “brexit”, y de la pandemia, John Le Carré hacía hablar a su memorable personaje George Smiley en una de sus últimas novelas, El legado de los espías:
“Yo soy europeo (…) Si alguna vez he tenido una misión, si he sido consciente de alguna responsabilidad más allá de nuestros contenciosos con el enemigo, ha sido con Europa. Si he tenido algún ideal inalcanzable, ha sido el de sacar a Europa de su oscuridad para llevarla hacia una nueva edad de la razón. Todavía la tengo.”
Europa y una nueva edad de la razón, es nuestra actual circunstancia y nuestra actual necesidad. Todo eso no parece que pase por las armas salvo colocarlas en un armero común en lugar de estar dispersas en veintisiete distintos. Nada más.
El resto, lo importante, a lo que alude le Carré, es la esencia de Europa desde la Ilustración: democracia, libertad, igualdad.
Cuestiones tan elementales que parecen olvidarse en el tráfago de la política y de los dislates. Citar la repetida frase de Vargas Llosa acerca de cuándo empezó esto, es más que un lugar común: solo él lo sabe. Aquí, en nuestro así, en nuestros países, en nuestros pequeñitos rincones, a veces, hace poco recordamos que veintiún años atrás el terrorismo yihadista mató en los trenes de Madrid a casi doscientas personas. Las secuelas en las personas supervivientes de aquel horror, físicas y psicológicas, incontables. Y ahí sí que podemos decir que se empezó a joder Perú, al menos en lo que a nuestro ámbito de relaciones con los medios de comunicación y la política se refiere. Y así estamos en plena agitación por las pompas y las obras de satanes aficionados.
Y en plena llamada a lo obvio porque parece ser que se han olvidado las formas y los fondos que nos llevaron al estado de bienestar posterior a la segunda guerra mundial.
Europa necesita afianzar sus alianzas internas, promover sus valores con más fuerza más allá de las actuales circunstancias, porque la humanidad está en el abismo más grande de su historia, en la encrucijada más relevante de los últimos dos siglos, sin posibilidad de retrocesos ni equivocaciones. Hay que armarse de solidaridad, igualdad, fraternidad y más libertad. Ese debería ser el único horizonte en todas esas grandes reuniones que se están celebrando. Por cierto, bienvenidos sean los británicos después de su tremendo error del “brexit”. Nadie les ha puesto un pero, nadie se los va a poner porque Europa los necesita.