La toma de posesión del cargo de presidente, el 20 de enero, de Donald Trump para iniciar su segundo mandato, se ha parecido más a un huracán que a un inicio suave. No ha necesitado esos famosos 100 días para poder evaluar su gestión. Su primer mes nos ha parecido un mandato de cuatro años. Los famosos pesos y contrapesos de la separación de poderes están en entredicho. El tribunal Supremo es conservador (con seis miembros) frente a los progresistas (3 miembros) con mandato vitalicio. El Congreso es republicano, y tanto la Cámara de Representantes como el Senado y la Presidencia tienen la fuerza para decantar a los otros dos. ¿Puede convertirse en una democracia iliberal?
La asunción de la Presidencia de Trump tiene un impacto sobre la política y el devenir de la Unión Europea. La internacional reaccionaria ya tiene presidente. El panorama europeo se parece a la Europa de la década de los años treinta. En palabras de Josep Borrell, hay tres Europas. La Europa amenazada por Rusia: Polonia, Finlandia, las tres repúblicas bálticas, Rumanía y Bulgaria. Su espacio de seguridad histórico. La Europa aliada de Putin: la Hungría de Orban, la Italia de Meloni y la Eslovaquia de Fico. Y finalmente, la Europa occidental, es decir, la vieja Europa, con el eje París-Berlín como aglutinante, pero en crisis, uno, económica y el otro, política.
Trump ya ha dicho que Europa se construyó para fastidiar a Estados Unidos. A la espera de un Yalta II entre Estados Unidos, Rusia y China para distribuir sus zonas de influencia y diseñar un nuevo orden mundial. Europa no cuenta ni se la espera.
Putin, desde 2014, a raíz de la invasión de Crimea y las sanciones posteriores, decidió vengarse con la política de injerencia en los procesos electorales para manipular la opinión a favor de sus intereses, lo que se llama sharp power.
Elon Musk, el vicepresidente en la sombra, realizó una serie de injerencias en Alemania y Gran Bretaña a favor de los partidos de extrema derecha. Su peligro estriba en que puede influir a través de X, pagar las campañas de estos partidos y así distorsionar los resultados.
Veamos el panorama en Europa y la salud de hierro de la extrema derecha. En Alemania, el partido neonazi se ha convertido en la segunda fuerza. Han tardado ochenta años en volver. En Austria, la extrema derecha ganó como en los Países Bajos. Gobiernan en Hungría e Italia. Las encuestas auguran que Marine Le Pen será presidenta en el 2027. Los países escandinavos también tienen representación ultra. En España, el Partido Popular sufrió la escisión de su ala dura, en 2014, como consecuencia de la inacción de Rajoy con el procés. Nacía VOX, el partido neofranquista. Dos partidos que tienen ocho apellidos franquistas.
Hay símbolos que deberían preocuparnos. Volver a Múnich para celebrar una conferencia es un mal presagio de lo que fue 1938. Los sudetes checos fueron regalados a Hitler para evitar la guerra que no se evitó. Ahora estamos hablando de Ucrania. Y no sabemos si estamos en el momento Chamberlain.
La pregunta que debemos formularnos es: ¿cómo hemos llegado a esta situación? ¿Al crecimiento y al ascenso de partidos residuales de extrema derecha a partidos emergentes y decisivos?
Si hacemos el símil con el pasado, vemos que el mismo factor se produjo en la década de los treinta del siglo pasado y en la segunda década del siglo presente. La crisis económica del 1929 y del 2010. La diferencia entre la primera y la segunda es la existencia de la Unión Europea que actuó como red de seguridad y lo pudimos comprobar de nuevo con la pandemia.
Los efectos de la crisis se pueden comprobar en la evolución de la opinión pública europea. La constatación de anteponer la salvación de la macroeconomía sin efectos en la microeconomía, la economía familiar. La política fue sometida a un embate de populismo de izquierda y de derecha. El impacto de este malestar también se produjo en España. La aparición de Podemos y Vox son dos ejemplos y, en Catalunya, el procés. Y a nivel global, en 2016, con la elección de Trump y el Brexit.
Nuevos conceptos van a ser utilizados: fake news (bulos), posverdad, verdad alternativa y vehiculados a través de las redes sociales como instrumento clave para su difusión. Nadie era consciente que la Era industrial daba paso a la Era digital.
El ascenso de la extrema derecha se debe a saber aprovechar el malestar de un segmento de la población que no se siente protegido por el Estado, y este se convierte en su “enemigo”, es la Rebelión de los excluidos. No votan para solucionar sus problemas, votan para mostrar su enfado.
La democracia y sus gobernantes tienen el deber de recuperar a los que sienten excluidos y que vuelvan a la casa de todos y que, como Ulises, no escuchen el canto de las sirenas en este viaje hacia Itaca que es la democracia.