Pido disculpas por utilizar el título de la magnífica obra del maestro Víctor Hugo, tantas veces recreada en el cine y hasta en musicales. La miseria de la que se habla en la novela es de muchos tipos, desde la económica hasta la moral. Y a esto último me voy a referir a propósito de la gente del PP. Porque, ¿cómo se pueden calificar las reacciones de esta gente delante del apagón? Se me ocurren algunas más, como hipócritas, fariseos, gentuza, falsos, gentes de mal vivir y peor estar, pero lo de miserable es la que más me apetece.
Miserable es la actitud de su jefe reclamando transparencia cuando ha tapado todo lo que hizo Mazón, además de no explicar qué hacía él en Valencia y cómo se informó en tiempo real sin una sola llamada de móvil.
Miserable es la del presidente valenciano que va y reclama claridad y esa transparencia (en el PP suele oír su homilía de argumentos matinales y la repiten como loros) cuando aún no sabemos dónde estuvo hace seis meses. Por cierto, sería bueno saber dónde lo han escondido durante la convención del PP europeo, igual en el Ventorro.
Miserable es el portavoz que va de experto energético hablando de falta de información. Uno de los mayores emponzoñadores de este país que cada día nos sorprende, porque demuestra lo abajo que puede caer un ser humano.
Miserable es la presidenta de la Comunidad de Madrid diciendo que todo se ha hecho mal. Simplemente hay que decir 7.291 y para qué hacer algo si se iban a morir igual. Eso es hacer las cosas como se deben hacer.
Miserables los presidentes de comunidades pidiendo la alerta 3, incapaces de gestionar un día de su comunidad, supongo que para achacar cualquier cosa al gobierno y que no les pasase como a su colega valenciano.
Hagamos un ejercicio de imaginación. A las 12:35 se produce el apagón. Pedro Sánchez no coge el teléfono y nadie sabe dónde está durante seis horas. Aparece después saludando aquí y allá diciendo que ha estado en una comida y se sienta en la mesa con el país paralizado. ¿Se imaginan? Pues es imposible. En esas seis horas estuvo en la Red Eléctrica Nacional, convocó el comité de crisis, aceptó la petición de las comunidades y compareció dos veces pasando la noche al pie del cañón… Las comparaciones son odiosas, pero, qué suerte hemos tenido con Pedro, porque una cosa es segura: no estuvo comiendo en el Ventorro.