Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto la poca cultura política que hay en España. Muchos, demasiados, no conocen las instituciones democráticas. Muchos, demasiados, no conocen su funcionamiento, sus competencias. Y mientras la cosa es normal, pues se puede ir tirando. Sólo se entera uno cuando necesita algo de alguna, llámese Ayuntamiento, Diputación o lo que sea.
Pero no se trata de eso. Una ciudadanía democrática debe poder confiar y debe confiar en sus instituciones y contribuir a su mantenimiento, porque son las que pueden garantizar su libertad y su bienestar. Porque parece que siempre han estado ahí y no es así.
Pero eso se ha de enseñar y se ha de aprender. La democracia no es algo que se lleve en los genes. Es más: si recurrimos a la Historia, veremos que la mayoría del devenir humano ha sido gestionado por autoritarismos de diferente tipo. La democracia es una recién llegada a este mundo. Se equivoca el que piense que es el sistema político natural e indiscutible. Si algo he aprendido en mi oficio, y ya he hablado de ello alguna vez, es que una cosa son los fulgurantes cambios científicos y tecnológicos y otra los cambios mentales. Incluso aquello que parece imparable, como la llegada del liberalismo tras la revolución francesa… Si alguien piensa que la forma de vivir y pensar de los siglos anteriores se borra de un plumazo, está muy equivocado. Por ejemplo, la confusión entre liberalismo y democracia. Los ultraliberales están encantados con eso de que “el pueblo salva al pueblo”, que se está oyendo últimamente. Nada mejor para liquidar el estado bienestar creado al amparo de la democracia, una clara reminiscencia del pensamiento predemocrático.
Y no vivimos en un país que se caracterice por tener formación política en las escuelas, por lo menos hasta ahora, en que hay materias en las que empieza a paliarse. Pero lo que sí es seguro es que la pulsión antidemocrática existe y quizás, espero que no sea así y empeñaré en ellos mis modestos esfuerzos, sea tarde. Asusta ver la juventud de los grupos de extrema derecha, asusta pensar que son los que cogen esos votos, asusta pensar qué idea tienen del mundo, porque la tienen. Y asusta ver cómo actúan cuando se les señala un objetivo.
La ignorancia política trae consecuencias y todo por no saber quién es quién.