Si las cuentas no me fallan, esta es mi aportación número 100 a l’Endavant! Los números redondos son fácilmente recordables y celebrables y, aunque pienso seguir aportando, le he dado un par de vueltas a qué proponer en esta nueva entrega. Y aquí está.
El título ya es evidente, estamos en abril y, como cada año, recordamos uno de los acontecimientos más importantes de la historia de España. Pero no se trata de explicar los sucesos de aquellos días, sino de una reflexión sobre algo que me ha sucedido hace poco.
Resulta que, como cada año, puse en las redes una bandera republicana y titulé “14 de abril” igual (aunque personalmente no lo es) que recuerdo otras fechas que me parecen importantes (el desembarco de Normandía, La Bastilla, los claveles de Portugal, Hiroshima, …) El caso es que a los “me gusta” se unió un comentario de un excompañero jubilado de trabajo de mi escuela donde me recordaba que entre el 36 y el 39 la República asesinó a 6000 religiosos y religiosas en Cataluña. A mi respuesta, creo que respetuosa y adecuada, me contestó dudando de mi formación y conocimientos. Y esto es lo que quisiera comentar hoy.
Estamos en 2025 y aún hoy la cuestión es la normalidad con la que se quiere ver la dictadura y su origen y la anormalidad de lo que no concuerda con el patrón conservador, por llamarlo finamente. La historia de España contemporánea es la del constitucionalismo y la del anticonstitucionalismo. Se puede decir con toda claridad que el parlamentarismo español, al igual que el europeo, es el propio de cada década, con sus aciertos y defectos, pero parlamentarismo al fin y al cabo, y, como todo sistema de este tipo, capaz de evolucionar. La anormalidad fue la guerra y la dictadura posterior, como lo fue la de Primo de Rivera en 1923. Y las dictaduras ya sabemos que lo de la evolución lo llevan mal. Pero hay una idea que es la de la legitimidad del golpe y de la victoria amplificada y apoyada por la extrema derecha actual, por la derecha legitimada por la victoria y sus voceros y una moda entre los jóvenes, la de ser facha. Porque una de las cosas que se ha conseguido es que se imponga el binomio mental República y Guerra Civil de forma casi indestructible, cuando el que debería de imponerse es el de Guerra Civil y Franquismo. La República no provoca la guerra, la guerra sí es el origen del franquismo. Pero aquí seguimos.
Más cosas. La semana anterior a las vacaciones he visitado Madrid con mis alumnos y alumnas de Primero de Bachillerato. En el hotel donde nos encontrábamos había un colegio más de Barcelona. Una tarde, escuché desde mi habitación cómo un grupo de esa escuela se ponía a cantar el “Cara al sol”. Bajé a recepción a que alguien hiciera algo, no por el ruido, eran las 19 h, sino por el hecho. Debieron de avisar a sus profesores o algo así. A continuación escuché comentarios sobre que había “rojos de mierda” en el hotel y se pusieron a cantar el “Que viva España” de Manolo Escobar y el himno con la letra fascista de Pemán. Jubilados nostálgicos e idiotas que prefieren una dictadura a la democracia.
Pero nuestro viaje se desarrolló de la forma que se espera de un colegio. El Prado, el Botánico, las Colecciones Reales y el Reina Sofía. En este vimos dos obras, “Mi mundo” pintada por Ángeles Santos a los 16 años. Una artista que vivió los años de los que estamos hablando y sufrió las consecuencias de aquella anormalidad bélica y dictatorial. La segunda, el Guernica de Picasso. Explicándoselo junto a la historia del pabellón español de 1937, pude ver que hay esperanza. Frente a la obra, una chica dijo, es Gaza. Lo dicho, hay esperanza.