Ya están aquí. Austria ha sido la primera. El estado que vio nacer a Adolf Hitler ha votado a un partido heredero del nazismo.
Hace diez años estuvimos en Viena, un 1 de mayo. Fue impresionante, el SPO desfilando desde todos los distritos junto a colectivos de todo tipo y condición. Compartimos manifestación y comida con los compañeros y compañeras del partido. Viena la roja, la de la vivienda pública, la de la Karl Marx Hof y su historia de resistencia frente al fascismo…
La verdad es que siempre sospeché que Austria había sido blanqueada tras la Segunda Guerra Mundial. Que aquella maravilla, “El tercer hombre”, era una “rara avis” frente a “Sonrisas y lágrimas” y todos aquellos austriacos que cantaban “Edelweiss” como protesta. Se ve que no habían participado en el referéndum de anexión. Después “Sissí” y sus secuelas, para rematar con el concierto de año nuevo y los valses de Strauss. Un concierto ideado por Joseph Goebbels que comenzó en 1939, en la ya provincia alemana.
Ni las películas, ni Strauss tienen la culpa, pero a veces las apariencias encierran una realidad que no ha surgido sino que estaba dormida, que aquellos simpáticos señores y señoras con sombrero de pluma en pantalón corto y tirantes con curiosos gritos guturales ocultaban algo que ha retornado, porque nunca se fue.
Austria fue ejemplo de lucha obrera y tenacidad, incluso tuvo su resistencia contra el nazismo. El SPO convirtió a Viena en la ciudad número 1 del mundo para vivir y sigue manteniendo la alcaldía. Pero el huevo de la serpiente ha eclosionado.
Hoy escucharé el Requiem de Mozart.