La semana pasada asistí a una muy interesante charla de Fernando Martínez, secretario de estado de Memoria Democrática. Entre las muchas cosas que comentó, hizo referencia a la necesidad de la educación democrática, por lo tanto, a aquellas medidas que se están tomando para que, tanto en la ESO como en el Bachillerato, se trate el tema de manera adecuada. Y eso sólo puede ser a través de la materia de Historia. Indicó el cambio de currículo en la secundaria postobligatoria, pasando de un período a estudiar desde Atapuerca hasta hoy, a uno más racional que engloba desde 1812 al siglo XXI. Separar el tema de República y Guerra Civil, para evitar la asimilación de una cosa a otra y el cambio de nombre del “Franquismo” a “Golpe de estado, guerra civil y dictadura”. La primera lucha contra el fascismo, introducción de la represión, el exilio, la feminización de los temas, etc.
Hay que decir que en Cataluña ya se hacían algunas cosas. Hace mucho que la materia se circunscribe, ya que así lo marca el temario de la selectividad, a la etapa desde1874 hasta la década de los noventa del pasado siglo. El tema de la República está separado del de la Guerra y en el “debe”, que lo hay y mucho, el sesgo nacionalista de algunos comentarios que no vienen a cuento y no dejan de ser opiniones, pero que, como dijo el maestro de historiadores John Elliot, investigador de la Historia de Cataluña, falsean la historia desde los tiempos de Pujol. Pero no estoy escribiendo para esto, sino para comentar una de las acciones que realiza la Secretaria y es la de formación del profesorado en Memoria Democrática.
En mates se enseñan mates. En lengua, lengua. En biología, biología. En latín, latín. Y en Historia…. Puede que sí o puede que no. Una asignatura condenada por tradición, que no por naturaleza, a la memorización sin más. Sin metodología, que la tiene. Sin investigación, reducida a la palabra del que la imparte. Y ese es el problema. Dudo mucho que en la red escolar del barrio de Salamanca, o de Pedralbes, o de cualquier colegio del Opus y determinadas universidades privadas, la Memoria Democrática tenga cabida. Y ya saben quién va a esos coles. ¡Y dónde llegan!
Las mates no se pueden manipular, pero la Historia… ¡ay la Historia! La presidenta de la Comunidad de Madrid ya ha dicho que va a revisar los libros para evitar el adoctrinamiento. La batalla está servida ¿Recuerdan “Educación para la Ciudadanía”? Conozco a algunos que cuando se produjo lo de la independencia, se vieron llamados a empresas mayores y transgredieron lo que todo el que se dedique a la materia ha de cumplir: ni inventar ni medias verdades. Y leo catedráticos de Historia que recuperan viejas tesis franquistas o, como mucho, son condescendientes e igualan a los dos bandos, la culpabilidad compartida.
Me alineo totalmente con la visión histórica que propone el nuevo modelo, no por adoctrinado sino por convicción científica y crítica, pero no pongo la mano en el fuego por nadie más. Esta es la maldición de mi oficio de historiador, oficio que muchos consideran inútil pero, oye, que interés tienen todos en ella para que diga lo que piensan que debe decir. En segundos de televisión cualquiera habla del pasado sin ningún fundamento y desmonta decenas de estudios. O lo que es lo mismo: cuanto idiota habla de lo que no sabe.