Iba a titular este breve artículo “La estupidez humana”, pero sería redundante. La estupidez sólo puede ser humana, los animales pueden ser muchas cosas pero la estupidez es propia e intransferible de quien pudiendo hacer las cosas bien, lo hace lo peor que sabe. Y no sólo eso, ya que no se trata de un torpe o de un malvado que actúa mal y saca un beneficio. No. El estúpido es alguien que hace el mal a los demás y además no saca nada, al margen de lo que piense que obtiene por muy feliz que le haga, que a la larga se termina revolviendo contra él.
El estúpido o la estúpida es persona de mantenerla y no enmendarla, llegando a que sus actos se conviertan en escaparate de su condición. Y aunque sea absolutamente contradictorio lo mantiene contra viento y marea. El otro día un amigo me señalaba, por ejemplo, la estupidez que rezumaba la foto de Abascal con Netanyahu. Y es que la derecha española no ha sido tradicionalmente muy afín al tema judío, desde la expulsión allá por el siglo XV, en el imaginario de los conservadores españoles época dorada en la que se forja el destino nacional, hasta alguien, general y dictador por más señas, y más cercano en el tiempo que decía aquello del contubernio judeo-masónico internacional organizado por Moscú.
Estupidez es lo de la visita de Milei a España y los agasajos de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Estupidez es lo que ve Trump todas las mañanas cuando se mira en el espejo. Estupidez es votar a la extrema derecha para luego, cuando todo haya pasado, porque pasará, aunque habremos de vivir malas experiencias, decir que yo pasaba por aquí y no me enteré de nada. Estupidez es poner a caer de un burro a un deportista de élite por expresar preocupaciones políticas y no sólo hablar de fútbol. Que un país vote irse de Europa, para ahora querer volver. Y estupidez es que un taxista venido de otro país hace años te diga que vota a VOX para que no deje entrar a nadie más. O seguir creyendo que las ayudas se dan porque sí, o que la seguridad social la montó Franco.
En fin, vayan añadiendo porque no se acaba. Dicen que Einstein afirmó que había dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y añadió que de lo primero no estaba seguro.